La lana de oveja merino viaja desde el sur de nuestro querido Chile, pura y naturalmente sucia ya que recién dejó al animal, y en la capital gastronómica entre cardas y lavados vuelve a relucir su blanco natural. Una vez seca, es pasada por la cardadora, en un proceso donde no se escatiman las horas o días de ser necesario, porque antes de pasar por las veteranas manos de la artesana trotamundos este vellón ha de ser tan suave como la seda misma. Luego, la experimentada mujer con sus manos de vida amasa suave pero constantemente, con la misma precisión y pasión de los antiguos cocineros de renombre, haciendo que el vellón como seda paulatinamente se va convirtiendo en fibra textil, material al cual le va añadiendo finas piezas de encaje, como si se tratase de una especie culinaria, para posteriormente continuar amasando y rolando una y otra vez, repitiendo el proceso durante 2 a 3 días, y añadiendo cada cierto tiempo obras de fieltro que previamente había amasado y pelo de animal caprino para darle terminaciones más avanzadas. El mega proyecto, que se ha encogido con el proceso un 30%, es cuidadosamente lavado a mano por ella, no sin antes haberle dado unos rasgos a la altura del cuello y al contorno del trabajo. Finalmente, cuando la obra de arte usable ya está lista, se extrae con delicadeza el exceso de agua, se seca naturalmente en un lugar alejado del sol directo y se plancha con precausión de no quemar las fibras que componen a esta obra textil. Este abrigo, como otras obras de la diseñadora, cuenta con su sello personal: ser completamente reversible, pudiendo exhibir 2 texturas y diseños que ciertamente le encantarán a quien lo use.